Al revés.
Ese día sabía que iba a morir. Casi de inmediato pensó que podría burlar la muerte. Bastaba hacerlo todo al revés. Esquivar la muerte podía ser con una idea tan simple como esa, sólo que nunca antes nadie la había pensado. Como la carta robada de Poe que precisamente por evidente, impredecible. Así lo hizo. Se bajó de la cama con el pie izquierdo. Se afeitó con la otra mano. Se puso la camisa que no le gustaba con el pantalón que odiaba. Desayunó corn flakes sin la leche. No vio las noticias. No le dió la comida al gato. Salió por la puerta pero la de atrás. Bajó los 9 pisos pero por la escalera. No le chocó los cinco a Solín el portero. Esta vez dobló hacia la derecha. Caminó por el lado opuesto de la otra acera. Pisó las mierdas de perro. Cruzó la calle sin mirar a los lados. Lo aplastó una patana.
Entró por la misma puerta que todos,
al mismo sitio que van todos cuando mueren.
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