Esa es la suerte.
Un día comí un pollo. Creo que frito. Mi papá estaba en la silla de enfrente. También comía. Algo muy desabrido por lo de la vesícula.
Yo había terminado el pollo. Sólo quedaba el huesito de la suerte sobre el plato blanco. Papi (el poeta) lo agarró por un extremo. Me ofreció el otro. Dijo que pidiera un deseo. Lo hice. Luego cada uno haló. La parte de la suerte quedó de mi lado. Mi deseo se cumpliría. Papi se sonrió. Como el siempre hablaba de que uno tenía que dominar la naturaleza del deseo, trabajar para lograr la indesideridad, como buda, entonces yo tenía gran curiosidad en saber qué deseo él pidió. Se supone que uno no debe decir el deseo que pidió para que se cumpla. Pero como yo había ganado, mi deseo se cumpliría y el de él no. Así que no importaba que me lo dijera. Le pregunté. ¿papi? ¿cuál fue tu deseo? Me dijo: Que se cumpliera el tuyo.
La gente dice que papi está muerto.
Yo creo que no.
1 Comments:
Yo tengo un corazon duro, duro, pero tu historia me conmovio. Asi de sencillo es el ejercicio de ser padres, la renuncia absoluta.
10:42 a. m.
Publicar un comentario
<< Home